Un día decidimos dejar una vida confortable para satisfacer nuestra curiosidad de conocer el mundo, su gente y su cultura.
La inmensidad del mundo y la brevedad de la vida nos obligaron a pensar objetivos más pequeños: tal vez América fuera suficiente para comenzar.
La bicicleta nos obliga a mezclarnos en cada cultura y tener esa mirada del viajero, que nunca será tan inquisidora como la del morador ni tan superflua como la del turista. Siendo testigo y a veces partícipe de sus alegrías y sus problemas. Problemas pequeños y personales como así también grandes problemas sociales e históricos.
La Ruta 40 y sus paisajes increíbles, el Chaco con el calos de su sol y de su gente, las duras sierras paraguayas en verano, nuestras primeras experiencias en Brasil (no tan buenas como esperábamos) y el increíble recibimiento del vecino Uruguay ya fueron experiencias suficientes como para completar este libro con un poco de nuestra historia, que sospecho está recién escribiéndose.